Hay veces que uno coge el coche y se imagina la música de Juego de Tronos de fondo. Y es que se dice mucho que George R.R. es Dios, pero yo creo que es Dios el que es un poco R.R.
Solo hay que ver los deportes o ciertas cosillas para ver que a las manejadoras de las cuerdas del destino les mola la retranca. Lo que está pasando en la liga de fútbol es un ejemplo del descojone que se traen por ahí arriba. Pero hay más, lo del turista que se lleva el estatuazo padre o lo de la mujer del because im happy. Y eso solo en los últimos días.
Así que me fui a Aranda de Duero con esa mosca detrás de la oreja. En la vida nos exponemos a cualquier cosa, pero tener un accidente (o que te pongan una multa) con el coche del trabajo no es una que quiera tener. Cogí la divina carreterita, me puse a 95 y adelante. Un viaje tostón por delante.
Madre mía.
No es país para lentos. Lo malo de cumplir las normas de tráfico es que al momento tienes una cola de coches por detrás, a menos de un metro de distancia de seguridad, que te adelantan a toda mecha y algunos incluso se te ponen en paralelo para llamarte lento o declararte una guerra de mímica. Guerra a la que respondí con unos bonitos gestos combinativos de boca, brazo y dedo.
Luego está la parte mejor de las nacionales. Si cumples los límites de velocidad, al llegar a una localidad de ir a 50 (y algunos tramos 40) los camiones se te echan encima. No esta vez, pero sí en otra ocasión, un camión me pegó un tremendo pitazo por ir a 49. A 49. El susodicho camión tenía una cola de 10 coches detrás, pero tenía valor para llamarme lento. Luego, esos diez coches al adelantarme me dijeron cosas muy bonitas y preguntas sobre la familia.
Cumplir la ley es el mayor peligro al volante.
El motivo de mi visita a Aranda era Eucharistia. Las Edades han quedado bonitas por la comarca ribereña, pero lo mejor es hacerse el pack completo y apostar por comida y bebida. Aquí servidor se metió una tortilla de primera calidad junto a las sedes de la muestra.
Es la sabiduría de la barra. Uno llega a una localidad que le es ajena y lo que tiene que hacer es comprobar cual es el pincho que predomina entre los lugareños. Esa picardía nunca falla, siempre acertarás con el condimento bueno.
Otro buen experimento es escuchar lo que hablan las gentes del lugar. Por lo que se decía, Aranda estaba bonita con los cambios del centro, pero están con el paro encima, como todas partes por esta Castilla desangrada.
Con la confianza del café largo, el camarero se confiesa: va a tener que dejarlo porque no cubre gastos, pero atender desde la barra es su profesión favorita.
Igual lo mío también es un poco así. El sueldo misero, los viajes en un coche de empresa que tuvo mejores años, los horarios que nunca acaban... pero la aventura cada semana de descubrir conversaciones y lugares diferentes.
A la vuelta me cogí dos comarcales, subiendo sierras extrañas donde solo se escuchaba Radio 5 y Radio María.
La entrada La vida de George R.R. aparece primero en Trapseia.
